Las sociedades afectadas por los desastres naturales, los virus o las guerras suelen requerir de respuestas arquitectónicas de emergencia. En este artículo, presentamos una selección de obras que nos permiten explorar cómo este tipo de arquitectura puede ser una respuesta ante las necesidades educativas de una sociedad afectada por la crisis y comportarse, a la vez, como un recurso para unir a las comunidades.
La arquitectura de emergencia puede concebirse bajo una gran variedad de circunstancias. A través de la reciente pandemia del COVID-19 hemos empezado a vislumbrar la importancia de la velocidad de acción para desarrollar ciertos tipos de arquitectura. Muchos aspectos que a veces damos por garantizados en todo el mundo, como los sociales, en algunos países son una necesidad real y poblaciones enteras pueden perder el acceso a la educación de calidad y el sentido de la comunidad por largos períodos de tiempo a causa de desastres naturales, virus o guerras.
Si bien hay una gran variedad de propuestas de diseño para la arquitectura escolar, estas no siempre pueden llevarse a cabo por falta de fondos, donaciones o ayuda voluntaria. Es importante que las escuelas, además de ser instalaciones para el aprendizaje de los niños, se presenten como un prototipo que contribuya y nutra el vínculo comunitario. Los proyectos que figuran a continuación son ejemplos en los cuales los arquitectos ofrecen soluciones para brindar acceso a la educación a regiones en crisis.
Escuela comunitaria primaria para niñas / Orkidstudio
En África Occidental, el primer brote de Ébola se reportó en marzo de 2014. Rápidamente este se convirtió en el más letal desde el descubrimiento del virus en 1976. El territorio, que ya acarreaba con grandes problemas económicos y sociales, se vio muy afectado en materia de desarrollo y crecimiento. Ante esta situación, y con el objetivo de inspirar y educar a las jóvenes de Kenema, Orkidstudio diseñó una escuela para niñas en la provincia oriental del país. La materialización de la escuela también benefició a la comunidad, proporcionando hasta setenta puestos de trabajo a las personas de la localidad. El brote de Ébola afectó rotundamente al país en lo social y lo económico e incentivó a que los arquitectos reflexionaran entorno a la posibilidad de crear diseños que colaborasen en la reconstrucción de las comunidades cuando los daños exceden las cuestiones materiales -como la destrucción de edificios existentes-, y alteran aspectos inmateriales como la economía y la sociedad.
Colegio InsideOut / Andrea Tabocchini & Francesca Vittorini
Cuando el viento destruyó la única escuela de la zona en una aldea rural de Ghana, los arquitectos Andrea Tabocchini y Francesca Vittorini crearon el proyecto "InsideOut" School. La propuesta se construyó en 60 días y costó algo más de 12.000 euros, contando con la ayuda de la comunidad local y de voluntarios de 20 países diferentes. El diseño utiliza materiales locales y desdibuja los límites entre la arquitectura y el paisaje, pretendiendo ofrecer una solución alternativa a las aulas tradicionales. Los desastres naturales suelen destruir pueblos y ciudades enteras que luego deben ser reconstruidas. ¿Es posible proyectar soluciones basadas en diseños flexibles que nos permitan anticiparnos a este tipo de escenarios y sus consecuencias?
Escuela Primaria en Gando / Kéré Architecture
Esta escuela primaria emplazada en Gando, África, fue diseñada por el estudio Kéré Architecture para dar respuesta a la falta de instituciones educativas en la zona. Se construyó gracias al apoyo de la comunidad local y a los fondos recaudados a través de la fundación benéfica "Schulbausteine fuer Gando" (Ladrillos para Gando). La escuela, habiendo sido construida por los habitantes locales, manifiesta un sentido comunitario que la convierten en un faro y símbolo de orgullo para la sociedad de la zona. La escuela es un ejemplo de cómo la utilización de materiales y técnicas locales puede unir a una comunidad y nutrir el sentido de pertenencia.
Escuela Inicial y Primaria Unión Alto Sanibeni / Semillas
Durante el conflicto armado interno que afectó Perú durante la década de los 90’, la comunidad nativa ashaninka de Unión Alto Sanibeni fue abandonada. Después de ocho años, la comunidad regresó a la zona y fundó la primera escuela multigrado. Sin embargo, tras 20 años de funcionamiento, la institución se deterioró notablemente. La nueva propuesta proyectada por la asociación Semillas, no sólo actúa como un centro educativo para 200 niños de la comunidad, sino que también se manifiesta como un contribuyente comunitario, beneficiando a más de 1000 habitantes de la región. Todo el programa se organiza entorno a un área de usos múltiples, la cual actúa también como un espacio de encuentro para la comunidad.
Con la reciente pandemia de COVID-19 comenzamos a cuestionarnos cómo deberán mutar los sistemas educativos para que las escuelas y universidades puedan avanzar y cómo podemos, como arquitectos, involucrarnos en este proceso.